Siempre pongo el ejemplo del rebaño de ovejas que pastan tranquilas en el monte y que observo desde la ventanilla de mi coche. Todas son blancas y destacan sobre el verde de la hierba en la que pastan. De repente, entre todas ellas, una llama mi atención inmediata, una oveja negra que destaca sobre sus compañeras y el verde del campo.
Otro ejemplo en este sentido, es el del político apuesto, que viste a la moda, utiliza perfectamente la gestualidad, sonríe continuamente y habla con palabras técnicas, complejas, que parecen decir mucho. Pero le preguntamos a quien tenemos cerca qué le ha parecido Don X y responde:”que imagen, que palabras, que tono, que saber estar”, y al preguntarle de nuevo ¿Cuál era su mensaje”; a lo que responde:”No le he entendido, no me he fijado en eso,…”
La diferenciación es un principio clave del marketing. Vivimos en un mundo sobresaturado de diseños, marcas, slogans, y sabemos que ser diferentes y lograr una percepción positiva de nosotros pasa por esforzarnos en esas cuestiones. En el fondo buscamos ser una oveja negra en un rebaño de ovejas blancas, pero nos olvidamos de lo más importante: como transmitir nuestras capacidades diferenciales consiguiendo que nos entienda nuestro público objetivo.
Ser apuestos, vestir bien, tener buen coche y buenas ideas es interesante. El problema viene cuando tenemos que transmitir y comunicar lo que somos capaces de hacer. Ahí radica el verdadero esfuerzo; porque sin esfuerzo ni creatividad sólo conseguiremos ser el envase destacado del lineal, el que ha recibido premios, pero eso sí, del que sólo se han vendido veinte unidades porque nadie nos entiende.